Por: Antonio Acevedo Linares
En este trabajo se intenta
fundamentar desde la perspectiva de una filosofía política, como objetivo
general, la tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una
cultura de la democracia en el ámbito de la sociedad latinoamericana sobre la
base de una fundamentación filosófica que reflexione en torno al reconocimiento
del otro, el respeto por la diferencia, la pluralidad, el multiculturalismo y
la ética, como elementos fundamentales de la tolerancia para fundar una
sociedad madura, donde la democracia sea parte de la cultura, como quiera que
son los principios esenciales de la sociedad contemporánea para la coexistencia
pacífica. La importancia que tiene la formulación de este proyecto dentro de
una óptica latinoamericana radica en la necesidad de construir una verdadera
cultura de la democracia sustentada sobre la base de la tolerancia que los pueblos
latinoamericanos deben tener para una mayor integración latinoamericana y
construcción de una identidad en la diversidad de sus diferentes culturas en
tanto que América Latina es un continente que ha carecido de auténticas
democracias. La tolerancia no es posible hoy sin un reconocimiento y un respeto
por el otro y en esa dirección se hace necesario construir una cultura de la
tolerancia, como objetivo específico, y del reconocimiento en el ejercicio de
la política, la religión o la sexualidad.
La posibilidad de comprender a
otros, implica mi autorreconocimiento aunque, comprender a otros no significa
tener que estar de acuerdo con ellos.[1]. El hombre se distingue de lo
vegetativo y lo animal por un ser un ente de razón, capaz de comprender a la naturaleza.
El hombre es hombre precisamente por poseer, a diferencia de otros animales, la
razón. La tolerancia tiene su origen en la razón, en el logos, como lo
entendían los griegos, como razón y como palabra, esto es, como capacidad para
comprender y para hacerse comprender. La razón o logos, en este doble sentido,
como fuente de toda tolerancia y la tolerancia como única posibilidad de
convivencia.[2]. La tolerancia, es la sofrosine para los griegos, es decir,
temperancia que significa templanza, moderación; y la intolerancia es la hibris
que es intemperancia que significa inmoderado, falta de templanza.
La intolerancia ha convertido
a otros hombres, otros pueblos y otras culturas en seres inferiores, ha negado
la posibilidad de pensar distinto, de tener otras opciones de vida, de fundar
la vida a partir del respeto por la diferencia. La intolerancia llevada a los
más lejanos rincones del universo. ¿Para qué? Sólo para tratar de demostrar lo
de siempre, que unos hombres son más hombres que otros, que unos pueblos tienen
más derecho que otros, que sólo existe una razón, una justicia, una libertad y
un orden: la del más irracional, la del más injusto, intolerante y brutal[3].
Los niveles sociales de la intolerancia son tan estrechos y cortos de dimensión
humana que sólo se ven las cosas desde una sola perspectiva inmóvil, fija y
obsesiva. La intolerancia es la neurosis de nuestro tiempo. El hombre se niega
a reconocer al otro en su misma dimensión humana como un ser poseedor de razón.
La intolerancia ha generado las más absurdas guerras, catástrofes y las más
grandes atrocidades en nombre de la libertad y de la razón.Reconocernos en la
diferencia y la pluralidad es reconocernos en la cultura, en una cultura de la
tolerancia. Ahora bien, el reconocimiento de la diferencia, como objetivo
específico, será analizado desde la perspectiva en la articulación entre
Vattimo y Hegel entorno a la lucha por el reconocimiento de las minorías.
Haciendo abstracción de la
categoría o concepto hegeliano “lucha por el reconocimiento”, se hace
referencia al reconocimiento como base de la diferencia para legitimar la
tolerancia. Las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales buscan su
legitimación en la sociedad y en esta dirección se hace necesario la
construcción de una ética de la diferencia en donde el reconocimiento de la
diferencia esté fundado sobre el reconocimiento de la pluralidad.Ahora bien, la
sociedad postmoderna es una sociedad de la diversidad o la pluralidad cultural
en donde las minorías encuentran, dentro de la perspectiva de Vattimo, una
“toma de la palabra”, en una lucha por el reconocimiento como proyecto político
por su realización humana.Los medios de comunicación juegan un papel
determinante en la “liberación de las diferencias” que ha generado en la sociedad
postmoderna el surgimiento de múltiples subcultura como resultado de la
proliferación de la comunicación.La perspectiva hegeliana, analizada por
Fukuyama, fundamenta la historia sobre la base de la lucha por el
reconocimiento o thymos en tanto que el hombre quiere que se le reconozca como
ser humano en razón de que es un individuo que tiene “valor ” y “dignidad”, que
hace que los hombres arriesguen su vida en una lucha por alcanzar el prestigio.
El hombre no sólo desea que se le reconozca como hombre, sino que además sea
reconocido por otros hombres, porque el hombre posee una facultad que le es
inherente a su condición humana como es su capacidad de arriesgar su propia
vida. El hombre arriesga su vida porque quiere ser reconocido por los otros hombres,
generando así un violento combate a muerte por alcanzar el prestigio. Al
arriesgar su vida el hombre se prueba a sí mismo que es capaz de vencer su
instinto más humano y natural como es el de conservar la vida.
La lucha por el reconocimiento
lleva al hombre a entablar un combate por el prestigio y ser reconocido como un
ser auténticamente humano con capacidad de arriesgar su propia vida y definirse
como un hombre humanamente con dignidad. El hombre busca su reconocimiento
sobre la base del respeto porque se sabe poseedor de valor y tiene una dignidad
en la que descansa su condición humana. La lucha por el reconocimiento es
entonces, el primer acto humano que el hombre realiza por la búsqueda de
libertad y realización humana, transcendiendo su estado animal en tanto humano
para recobrase a sí mismo en su propia condición de hombre. El hombre
convertido como un ser “para sí”que se ha apropiado de sí mismo para realizar
su condición humana con dignidad y respeto sobre la base del reconocimiento que
como instinto natural determina su accionar humano. Fukuyama teoriza con Hegel
que la voluntad del hombre que tiene para arriesgar su vida por el sólo
prestigio es lo que hace al hombre más hombre y más humano sobre la que
descansa la esencia de la libertad humana. En Hegel, el primer hombre desea ser
reconocido por el otro en su condición humana de libertad y respeto. En Locke,
el primer hombre acepta la sociedad civil con el propósito de proteger sus
bienes y propiedades que detentan su estado de naturaleza con el objeto de
acrecentar sin restricciones otros bienes y propiedades. En Hobbes, el primer
hombre en estado de naturaleza lucha por el reconocimiento pero su deseo de
reconocimiento es subordinado por la educación al deseo de conservar la vida y
al deseo de disponer de una vida plena de comodidades. El deseo de
reconocimiento, piensa Fukuyama, es fundamentalmente “la parte de la
personalidad humana más específicamente política” en la medida que impulsa al
hombre a afirmarse a sí mismo en la “isothyma”, que es el deseo de ser
reconocido como igual a los demás.
Los hombres necesitan ser
reconocidos y valorados en su dignidad porque es un deseo humano innato que
está en relación con la valoración que el hombre tiene de sí mismo y de la
valoración que los demás tienen sobre él. Ello contribuye a la afirmación de su
propio valor como ser humano, como persona, como ser moral y como ser libre. El
hombre adquiere capacidad de valorarse a sí mismo y capacidad para valorar a
los demás. Fukuyama va hasta el fondo de la psicología humana descubriendo que
el thymos o deseo de reconocimiento es un deseo humano (natural) que subyace en
la naturaleza humana que hace mover la historia. La fuente originaria del
thymos la encuentra en Platón: el “thymos” se refiere a “espiritualidad” que
significa “ánimo” o “coraje”. El hombre tiene necesidad de darle valor a las
cosas, a sí mismo, y a los demás hombres, de darle valor a las acciones humanas
y a todas las cosas a su alrededor. El “thymos”es la “parte del alma que da
valor a los objetos” y el “deseo de reconocimiento “es una “actividad del
thymos que exige que otra conciencia comparta la misma valoración”. El thymos
hace que la esclavitud o la humillación de un hombre en cualquier parte, cause
ira o indignación porque no se reconoce al individuo como ser humano. [4]
Ahora bien, la intolerancia,
afirma Leopoldo Zea, parte de la supuesta superioridad de una raza, una
sociedad o una cultura. Enfrenta a los hombres sobre los cuales se pretendía
imponer la propia raza, sociedad o cultura [5] y, en esa dirección se hace una
exploración analítica, como objetivo específico, sobre cómo históricamente los
pensadores y los filósofos de la filosofía política han abordado este concepto
de tolerancia, desde el politeísmo de la Antigüedad, el período de la Reforma,
la era de la Ilustración, la Enciclopedia y el Liberalismo, hasta la
fundamentación teórica de los pensadores y filósofos contemporáneos que también
en América Latina han pensado este concepto. De otra parte, es necesario
precisar que los pueblos antiguos y las sociedades modernas han sufrido las
reacciones de la intolerancia y desde entonces, los hombres han luchado para
que la tolerancia se convierta en el ethos de la cultura, de la cultura
latinoamericana que queremos construir.
Una cultura de la democracia
debe tener una fundamentación ética en el respeto por sus diferencias y de allí
la importancia de abordar este aspecto, como objetivo específico de este
trabajo. El concepto de ética proviene del griego ethos que significa “modo de
vivir”, “costumbre” y en el contexto histórico griego la ética significa una
concepción total del individuo y la sociedad en la virtud y la verdad.La ética
era para los griegos un principio fundamental que determinaba la conducta
social e individual y la existencia. La existencia en la antigua Grecia está articulada
desde la ética para dar cuenta de sí mismo, renunciar a todo dogmatismo,
autoridad o tradición, mito o religión en la búsqueda de la verdad apoyados en
la lógica y en la crítica y donde no hay una división entre el pensar y el
actuar y donde se dan todas las condiciones para el ejercicio de la razón. En
la sociedad contemporánea se educa para la obediencia, para el conocimiento y
reconocimiento de la autoridad en el orden del pensamiento, de la interacción
social y en la política como un ejercicio legitimador del poder y del saber que
instaura la sumisión y el reconocimiento de la jerarquía entre los hombres como
algo “natural”.
Esta ética se funda sobre
relaciones de poder que limita la libertad de pensamiento. Se requiere de una
ética que se funde en la construcción de sí mismo, de reconocimiento del otro y
de respeto a la diferencia y de reconocimiento a las culturas regionales, la
práctica de una cultura que permita vivir en el riesgo, en la dificultad, en la
búsqueda, en la pregunta, en tanto así damos sentido a la existencia[6] . Este
trabajo se desarrolla apoyado en el marco de una síntesis histórica que explica
cómo este concepto de tolerancia ha sido pensado por los filósofos de la
filosofía política en diferentes contextos y épocas, desde los griegos hasta
nuestro ámbito latinoamericano y, en esa dirección se formula los presupuestos
teóricos que la tolerancia política debe tener para la construcción de una
cultura de la democracia sobre la base de la tolerancia y el reconocimiento de
la diferencia que en la sociedad latinoamericana está por construirse como
proyecto político y ético, articulado a la visión que el pluralismo, el
multiculturalismo y la ética le dan como soporte filosófico a este concepto de
tolerancia.
La pregunta fundamental de la
que se parte, desde la filosofía política, para la formulación de este proyecto
(y que con la necesidad de la formulación del proyecto se responde a ella) es
de si existe una auténtica cultura de la democracia en América Latina sobre el
fundamento político de la tolerancia, el reconocimiento de la diferencia y el
respeto por el otro, teniendo como referente el contexto de la realidad social
latinoamericana y, en esa dirección se formula un proyecto político y ético a
construir.
Referencias.
[1] Hoyos V. Guillermo. Ética
discursiva, derecho y democracia. En Ética y Conflicto. Lecturas para una
transición democrática. Cristina Motta (comp.) Uniandes. Bogotá, 1997. Pág.,
56.
[2] Zea Leopoldo. La imposible
tolerancia?. En revista Hojas Universitarias No. 22 UC. Bogotá, 1985, página.
29
[3] Ibid, pág. 30.
[4] Fukuyama, Francis. El fin
de la historia y el último hombre. Ed Planeta. Bogotá, 1992.
[5] Zea, Leopoldo. La
imposible tolerancia?. En revista Hojas Universitarias N. 22. U.C Bogotá 1985.
[6] Camargo Antolinez, Rafael.
Ética y educación: aportes a la polémica sobre los valores. Ed Magisterio.
Bogotá 1994 Pág 17-33.
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